Por más que resista la negativa de los gobiernos, la política prohibicionista que le declaró la guerra al narcotráfico ha fracasado. Fue hace cinco décadas que el presidente Nixon declaró la “guerra contra las drogas”, plan que desde su implementación se prestó para justificar la militarización y la estrategia injerencista en América Latina y el Caribe. En la actualidad, no hemos visto ni un solo efecto positivo, todo lo contrario, la producción de sustancias aumentó, las drogas se hicieron más baratas y hasta más accesibles y las tasas de criminalidad se mantienen altas.
Las técnicas agresivas han afectado mayormente comunidades afroamericanas e hispanas. Hay quienes dicen que el gobierno estadounidense estuvo envuelto en el tráfico de drogas para terminar con la organización política de la comunidad afroamericana. Recordemos como el líder y fundador de las Panteras Negras, Huey Newton, terminó adicto al “crack” (forma cristalizada de la cocaína). En 1986, a través de una investigación independiente del senado, se encontró que de hecho la CIA fomentaba, ayudaba y hasta protegía el tráfico de cocaína de parte de las Contras nicaragüenses para auspiciar la causa en contra de los Sandinistas. Muy parecido a lo que se hizo al mismo tiempo, continuando hasta hoy con el Talibán y su tráfico de heroína. Recordemos que la mayoría del opio actualmente todavía proviene de Afganistán.
Puerto Rico fue y continúa siendo una de las rutas más efectivas para el tráfico de cocaína para llegar a Estados Unidos, como resultado, la sociedad puertorriqueña ha tenido que pagar el alto precio del narcotráfico y la guerra para erradicarlo. En la década de los 90, Roselló acuñó el término: “Mano dura contra el crimen” para detener la ola de violencia que se vivía en el país a consecuencia de las guerras entre el bajo mundo. La “Mano dura contra el crimen” de Rosselló convirtió en algo habitual los operativos en los residenciales públicos, juzgó a menores de edad como adultos y aumentó la pena de los delitos. Como consecuencia, la población confinada creció, la criminalidad aumentó desde aquella década hasta el presente y seguimos siendo uno de los países con la mayor tasa de criminalidad en la región.
A pesar del fracaso bien documentado del plan “Mano dura contra el crimen” en la década de los 90, la lección no se ha aprendido todavía. Tal parece que se quiere curar la enfermedad proveyendo la misma dosis de medicina que resultó ser de muy poca efectividad en el pasado. Sin tomar en consideración alguna las posibles causas y condiciones en las que se reproduce el problema, para atacar de raíz y disminuir su impacto en nuestra sociedad. Los esfuerzos, en cambio, se siguen concentrando en aumentar la vigilancia policíaca, que ante su incapacidad para mantener el orden se ha activado el uso de la fuerza militar para asistir a la policía. . Generando un gasto excesivo en una fuerza que ha sido incapaz de cumplir con su función.
Para el año 2000 el presupuesto asignado a la Policía de Puerto Rico fue de $518 millones; la Comisión de Seguridad y Protección Pública tuvo un presupuesto aproximado de $1 millón; y el Departamento de Corrección y Rehabilitación tuvo un gasto de $409 millones (Oficina de Gerencia y Presupuesto Gubernamental, 2001). En general, los gasto de seguridad en los que incurrió el Gobierno para prevenir y controlar la criminalidad, representaron un aproximado de mil millones de dólares a los contribuyentes el 13% de los Ingresos al Fondo General (Departamento de Hacienda,).
Es evidente que una mano dura ciega no da resultados. Buscando precedentes sobre lo que se puede hacer con el problema de las drogas siempre se menciona a Portugal. Se trata de que en el 2001 esta nación legalizó todas las drogas. Su filosofía consiste en tratar a los usuarios como enfermos y así quitarles el negocio a los criminales. Si una persona es encontrada con sustancia pequeñas de drogas se les asigna a una junta de un psicólogo, un trabajador social y un abogado para asistirte de la manera que necesite. En vez de ver a nuestros compatriotas en las luces del semáforo enfermos pidiendo ayuda o sustituyendo heroína por otras drogas creadas por la industria farmacéutica, podemos proveer soluciones que le devuelvan la oportunidad de tener una vida digna. Como resultado de esta campaña las sobredosis por droga han disminuido de 369 en 1999 a 30 en 2016. Por igual, todavía la policía está detrás de cualquier traficante de drogas. Aunque desde el 2000 hasta el 2015 las convicciones por droga han disminuido por 50%.
Nos basta con revisar las estadísticas más recientes para confirmar que, en efecto, la guerra contra las drogas ha sido un fracaso. El informe más reciente de Muertes Violentas (2017) los 1,025 homicidios registrados se encuentran documentados como relacionados al narcotráfico y al crimen organizado, hombres en gran medida entre las edades de 15 y 39 años en incidentes relacionados con el negocio de las drogas. Queda evidenciado que la solución punitiva y represiva no ha rendido frutos, al contrario, le ha dado continuidad al problema. Es por ello por lo que se debe formular una logística para erradicar la violencia relacionada al narcotráfico desde una perspectiva socioeconómica. Cuyo enfoque se base en la educación, en fomentar valores, inculcar destrezas, crear y fomentar oportunidades de empleo con el fin de alejar a nuestra población del narcotráfico.
-Cesar Cabral
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